SOBRE EL CONOCIMIENTO DEL COMUNISMO POR PARTE DE LA CLASE OBRERA DE NUESTRO PAÍS.

Enrique Velasco

El mesianismo de los partidos comunistas.-

 

El partido comunista, que en la realidad, en la práctica histórica, más visible en la historia europea, ha desempeñado, y desempeña, el papel que hemos visto; ha practicado, y en parte práctica, lo que se conoce como “mesianismo” (despertar unas esperanzas en los trabajadores, sobre todo obreros y campesinos, sin fundamento; o al menos, con una enorme distancia entre lo esperado y lo que racionalmente se podía conseguir).

Esto tiene un doble efecto.

De una parte, la pretensión de los partidos comunistas, de creerse dotados de unas cualidades, en todo caso, sin relación con las limitaciones de todo tipo que luego demuestran. Sus discursos suelen ser escatológicos (como del fin del mundo), y sus proyectos, redondos, con soluciones para todos los problemas de la humanidad. Este tipo de propuestas, acaban no convenciendo a nadie, no interesando ni a los que obligatoriamente (dictatorialmente) deben propagarlas. Véase si no, los miembros del partido comunista ruso, o checo, o húngaro, o alemán del este, o polaco, etc., que acabaron oyendo estos discursos como quien oye una molesta canción repetitiva y monótona. Uno llega a preguntarse, si los dirigentes de esos partidos no tendrían esa misma sensación: están proponiendo metas y proyectos para los que no se dispone, ni del impulso, ni del conocimiento, ni de los medios necesarios.

Evidentemente, los partidos europeos que han ido resbalando hacia la socialdemocracia, han ido, a su vez, perdiendo toda esta faramalla.

De otra parte, ese “mesianismo” del partido, se ha ido trasladando a parte de los trabajadores; de manera que, visto que el partido comunista no cumplió sus hermosas promesas, guardan en lo más escondido de sus anhelos, la esperanza de que, un día vendrá otro mesías que, ése sí, los sacará del culo de la historia.

Esto hace que se centre la atención en una solución que vendrá de fuera, de fuera del trabajo, de fuera del entorno ordinario de la vida. Un día u otro aparecerá un líder, honesto, directo, cumplidor, fiel, que nos resolverá lo que éste viejo mesías, el partido comunista, no supo y no pudo solucionar.

Todo esto no hace sino distraer el centro de atención de los trabajadores, sacándolo de la producción, del trabajo, y trasladándolo a las instituciones. Un nuevo Gobierno, un nuevo partido, con un nuevo líder, con un nuevo programa, traerán la solución.

El análisis que venimos haciendo, nos indica que en la producción es, en realidad, donde se decide para qué servirán las instituciones. Es decir, la producción es la que nos dice cúal es el papel que cumplirá el Partido Comunista.

Si en la producción, el propio Partido Comunista, ejerce de propietario de los medios de trabajo, y por tanto, de director de todos los procesos de trabajo, como es el caso de la República Popular de China, Cuba, Vietnam, y lo fue en la U.R.S.S. y en todos los países llamados del Este; el papel del partido, fuera de la producción, en el mundo de las instituciones (Gobierno, Fuerzas Armadas, Parlamento, Administración), será el de fiel creador y mantenedor de éstas, en la forma que mejor convenga a la reproducción de los procesos productivos. En estos casos, como el Partido acaba ocupando todos los espacios (producción, instituciones) de la sociedad, es decir, su totalidad, se les llama regímenes (el régimen es el conjunto de normas que rigen el gobierno de una cosa o una actividad) totalitarios.

En el caso en que los medios de trabajo sean propiedad de los empresarios, y por lo tanto, ellos dirijan los procesos de trabajo, el Partido Comunista, junto a todos los demás partidos, adoptan como función, crear y hacer funcionar un Parlamento, que apoye a un gobierno, que dirija una Administración, que cree las condiciones que mejor sirvan para desarrollar (reproducir) esos procesos de trabajo. Y entonces, el Partido Comunista, como en el caso anterior, está cumpliendo la función que le corresponde: la que le señala el amo de la producción.

 

No hay, por lo tanto, un Partido Comunista, autónomo, independiente, que él mismo se señala sus objetivos.
Eso no funciona así.

El partido liberal (o conservador) tampoco es una asociación, cuyos miembros piensan y deciden cuales serán sus metas, sus proyectos, sus objetivos.

Eso no nace así.

Lo primero es la producción. Y ésta, para reproducirse, monta las instituciones que le hagan falta y entre ellas, los partidos políticos (el Partido Único, cuando estamos en un país en que el propio partido controla la producción).

No es que no se  puedan crear los partidos que, donde hay libertad, unos individuos quieran crear. De lo que se trata es de que la producción, sus amos, son los que señalan las funciones de ese partido que acabas de montar. O eso, o no te pasan dinero, y no puedes subsistir. O atracas, como los G.R.A.P.O.

En todo caso, cabría desterrar la idea de que, un Partido Comunista, lo pueden montar un grupo de individuos, y darle la dirección y funciones que mejor les parezca, siempre, claro, en defensa de los intereses de los trabajadores. Siempre que así se hizo, salió mal, es decir, los obreros siguieron siendo obreros y los campesinos, campesinos.
 
                  
Ese tipo de partido lo montaron Lenin y unos compañeros, y lograron lo que ellos pensaban  que era su objetivo: hacerse con las fuerzas armadas y con el gobierno, y a partir de ahí poner toda la producción al servicio de los obreros, los campesinos y los desposeídos, y construir así una sociedad comunista.

Este método, este camino, no concuerda con lo que se desprende de los estudios de Marx sobre la economía política (recordaremos que el subtítulo de El Capital es “Crítica de la Economía Política”).

En otros escritos anteriores, se puede pensar que Marx mantiene una posición en la que se inspira Lenin, pero lo cierto es que en los largos estudios que componen lo que luego se publicó con el nombre de El Capital, Marx siempre interpretó la relación entre la producción y la política (las instituciones), en la forma que aquí hemos descrito.

La Monarquía, la Iglesia, la Milicia (como se les llamaba a los cuerpos armados), la Nobleza, siempre constituye un apoyo, un instrumento, para mantener, para reproducir una forma de trabajar. Una forma de trabajar en la que ellos eran los mayores beneficiarios, al ser los que disponían de los medios de trabajo (la tierra principalmente).

Cuando, lentamente, va cambiando la forma del trabajo, estas grandes instituciones van, también lentamente, poniéndose al servicio de quien aparece como disponiendo de los nuevos medios de trabajo, los burgueses, los dueños de las máquinas. De manera que, o prestan un buen servicio a los nuevos amos (por ejemplo, los cuerpos armados), o se agarran a su condición de propietarios, ellos también, de medios de trabajo (tierras, compañías navieras), como hace la Nobleza (ser conde no sirve para nada, pero tener unas miles de hectáreas, sí). Y los que no hacen una cosa o la otra, empiezan a decaer.

Es decir, es la producción la que va poniendo en su sitio a las instituciones (es la que dirige la sociedad, “en última instancia”, decía Marx), y no al revés.

El Partido Comunista de corte Leninista pierde de vista, seguramente, que la lección de la historia es que el secreto está en la producción, no en las instituciones. Que los capitalistas mandan en su partido, y en el Parlamento y el Gobierno, porque mandan en la producción. Y si mandan en la producción, no es porque el partido les ha abierto las puertas; el partido en ésto, no tuvo mucha participación. El partido lo montan los nuevos amos, una vez han presentado sus títulos de propietarios de los medios de la nueva producción, y lo que exigen de él es que les facilite la perpetuación, la reproducción, en esta situación.

O sea, que hay un sistema de organizar el trabajo, que llamamos sistema capitalista. Este sistema tiene una forma de funcionar, en la cual actúa como una pieza fundamental el partido político, combinado con otra serie de instituciones. Dentro de este sistema, y guardando sus reglas, y cumpliendo su función, actúan en nuestro país, el P.P, el P.S.O.E, el P.C, C.I.U., el P.N.V, I.U., etc.

Cualquiera de estos partidos tiene señalada su función por parte de quien dirige la producción. La función genérica, igual para todos, es la de reproducir los procesos de producción. Luego, cada uno, puede tener una función más específica, más especial.

En esta situación, con éstos moldes, un partido comunista Leninista, no tiene mucho sentido. Los partido comunistas europeos actuales que no se han empeñado en mantener este perfil, no están consiguiendo mucho seguimiento por parte de los obreros, porque no ven mucha salida a sus objetivos (leninistas, repetimos).

Pero este sistema capitalista, como todos los sistemas anteriores de ordenación del trabajo, tuvieron un principio y final, y éste, también lo tendrá.

Interesa señalar esto, por la razón siguiente.

Los sistemas tiene sus reglas propias de funcionamiento, sus objetivos, sus medios instrumentales; cada uno sus reglas propias.

Pero, cuando un sistema comienza a abrirse paso en el seno de otro, que está en pleno funcionamiento, se dan fenómenos, situaciones, problemas, completamente nuevos. Es lo que se llaman problemas propios de la transición, del paso de un sistema a otro.

Y esas situaciones hay que atenderlas con especial atención, porque, seguramente, no se les pueden aplicar las reglas del sistema que comienza su retirada, porque ya no les son apropiadas; ni las del nuevo, porque el nuevo aún no tiene definidas sus propias reglas.

Por eso, no hay que ser rigurosos, muy exigentes con estos nuevos fenómenos.

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